domingo, 1 de octubre de 2017

LA CORDILLERA El sistema facilita un poder corrupto y traidor

Argentina-Francia-España 2017 114 min.
Guión y dirección Santiago Mitre Fotografía Javier Juliá Música Alberto Iglesias Intérpretes Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Paulina García, Alfredo Castro, Daniel Giménez Cacho, Elena Anaya, Leonardo Franco, Christian Slater Estreno en el Festival de Cannes 24 mayo 2017; en Argentina 17 agosto 2017; en España 29 septiembre 2017

El cine de Santiago Mitre se caracteriza por un alto componente político y reivindicativo, sea como director (El estudiante, La patota, aquí llamada Paulina) o como escritor (Carancho, Leonera, Elefante Blanco). En esta ocasión viste su lado más solemne y elegante para contarnos una historia que en manos expertas, y pensamos inevitablemente en el mítico Hitchcock, hubiera dado como resultado un fascinante thriller; sin embargo, el resultado es más bien decepcionante. Mitre nos habla del mal en el poder, de la falta de escrúpulos, la ambición desmedida y una ausencia total de sentimientos para ejercer el poder y sacar éxito y provecho del mismo. Para ello imagina una cumbre entre países iberoamericanos sobre el petróleo; pura fantasía que coquetea incluso con una Venezuela al margen de toda polémica de actualidad. En un espacio muy acotado, una lujosa mansión a tres mil metros de altura, nada aconsejable para la salud mental, en pleno Andes chilenos, el director y guionista nos emplaza a un thriller político como presunto juego de intriga y manipulación. El problema es que destierra del conjunto cualquier signo de emotividad, dejándolo en algo frío y falto de garra, con el consiguiente problema de atención en el espectador que ello acarrea, y dejando en la interpretación austera y rigurosa de Darín, y en la excelente música de Alberto Iglesias, que potencia más que la dirección los giros psicológicos que sufren los protagonistas, el peso de una trama que no llega a levantar el vuelo. Lástima, porque apuntando temas tan trascendentes, y de tanta actualidad, como la corrupción, el egocentrismo de nuestros dirigentes, y el precio a pagar por la sociedad a costa de unos políticos impresentables, la empresa no llega a suscitar suficiente rabia, quedándose en aguas más plácidas que pantanosas. Merecía un poco más de mala uva y, desde luego, una mejor planificación de los ingredientes, para convertirse en un thriller acertado y absorbente.

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