miércoles, 23 de mayo de 2018

MICHAEL NYMAN EN EL LOPE DE VEGA: ¡OH, QUÉ GUERRA TAN BONITA!

Michael Nyman Band. Marie Angel, soprano. Michael Nyman, piano y dirección. Programa: Selección de bandas sonoras para Peter Greenaway; War Work: Eight Songs with Film. Teatro Lope de Vega, martes 22 de mayo de 2018

Richard Attemborough filmaba en 1969 una de las películas más insólitas jamás rodadas sobre la Primera Guerra Mundial en particular y cualquier contienda en general, en la que asistíamos a las desventuras de un grupo de jóvenes británicos en las trincheras a ritmo de las más populares canciones inglesas del momento. Una rareza que tomaba su título de la primera estrofa del poema de Guillaume Apollinaire El adiós del caballero, ese ¡Oh, qué guerra tan bonita! que introduce uno de los ocho textos que Michael Nyman tomó como base de su War Work, compuesto en 2014 por encargo para las celebraciones del centenario de la Gran Guerra, y que con mayor oportunidad lleva ahora de gira con su banda, cuando lo que celebramos es el centenario de su final. Y es que Nyman acompaña su música de un trabajo cinematográfico dirigido por él mismo y montado por Max Pugh en el que se recoge material de archivo extraído de las filmotecas alemana, francesa y norteamericana, donde asistimos a las terribles secuelas de esa conflagración, las cicatrices que dejó en quienes la padecieron y la sinrazón del daño que el hombre se auto inflige y del que a duras penas logra aprender nada.

Los escuálidos programas de mano que entrega el Lope de Vega, eso sí a todo color, nunca dejan adivinar en qué consistirá realmente la función, salvo cuando de ellos se encarga directamente la formación actuante, caso de la Barroca de Sevilla. En ocasiones incluso yerran a la hora de enumerar los músicos intervinientes. Afortunadamente no parece que fuera el caso, con la soprano australiana Marie Angel poniendo voz a estas estremecedoras ocho canciones intercaladas entre otras diez composiciones instrumentales, en sustitución de la más conocida Hilary Summers que la grabó en disco. Sí acudieron otros acreditados del registro de 2014, especialmente en los metales, como el saxofonista David Roach, los trombonistas Brendan Thomas y Nigel Barr, o la trompeta de Toby Coles, así como el bajista eléctrico Martin Elliott, y todo el conjunto por supuesto bajo las órdenes desde el teclado del mítico Michael Nyman, en el que fue su reencuentro con el público sevillano, acostumbrado a disfrutar de su música en vivo, la última vez hace justo dos años en la Sala Box de la Cartuja. El resultado con estas canciones de guerra inspiradas en poetas europeos jóvenes que murieron en la guerra, así como en composiciones clásicas de Chopin, Schubert, Beethoven, Franck o Rossini, no pudo ser más devastador; una experiencia prácticamente catárquica sobre todo cuando casi al final la proyección se adorna con reflexiones de estos jóvenes sacrificados, algunos incluso celebrando la oportunidad de la lucha.

Angel exhibió talento haciendo uso del registro más grave de su voz, en tesitura de contralto, para reflejar el desasosiego de las palabras vertidas, mientras la música deambuló entre los motivos más melancólicos y tristes y aquellos que ilustran cierto alivio frente al cese de una violencia que en sí misma nunca sirve de material para los pentagramas. Michael Nyman Band cumplía además otro aniversario, el cuarenta desde su creación, y lo celebró con una selección de las bandas sonoras que le granjearon mayor popularidad en la década de los ochenta antes del éxito rotundo de El piano. Se trata de sus colaboraciones con Peter Greenaway, El contrato del dibujante, Conspiración de mujeres y El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, con sus ritmos obsesivos, sus melodías pegadizas y su minimalismo a ultranza inspirado en el Barroco de Purcell y Haendel. La amplificación acústica chocó al principio, pero se justificó después por la intervención de algunos instrumentos hasta sonar disonantes y estridentes según el caso. Tras este preámbulo conciliador con un público que venía esperando eso – y acaso un Piano de Jane Campion que no asomó – llegó la catarsis y la experiencia de incalculable valor en la que nos sumergió la película de Nyman y su escalofriante ilustración musical, que convirtió la velada en única e inolvidable.

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